1.
LA SEXUALIDAD HUMANA
1.1. LA
SEXUALIDAD NORMAL
1.1.1. La psicosexualidad.
1.1.2. El
aprendizaje sexual en la infancia.
1.2.
LOS FACTORES PSICOSEXUALES.
1.2.1. La
identidad sexual y la identidad de género.
1.2.2. La orientación sexual.
1.2.3. La conducta sexual.
1.3 LA RESPUESTA SEXUAL HUMANA
1.3.1. Las hormonas y el
comportamiento sexual.
1.3.2. Las diferencias entre
los sexos en el deseo sexual y los estímulos
eróticos.
1.3.3. La masturbación.
1.3.4. La homosexualidad.
1.3.5. Mitos sobre la
sexualidad.
1.4. TRASTORNOS SEXUALES Y PARAFILIAS
1.4.1. Trastornos del deseo
sexual.
1.4.2. Trastornos de la
excitación sexual.
1.4.3. Trastornos orgásmicos.
1.4.4. Trastornos por dolor
durante el coito.
1.4.5. Sustancias que pueden causar
disfunción sexual.
1.4.6. Las parafilias.
1. LA SEXUALIDAD HUMANA
1.1. LA SEXUALIDAD NORMAL
Siguiendo a Kaplan y Sadock (2003), la
sexualidad está determinada por la anatomía, la fisiología, la psicología, la
cultura en que se vive, las relaciones con los demás y las experiencias
madurativas a lo largo de todo el ciclo vital. Engloba la percepción de ser
varón o mujer, y todos los pensamientos, sentimientos y comportamientos
relacionados con la gratificación sexual y la reproducción, incluida la
atracción que una persona siente hacia otra.
Una sexualidad
normal presupone sentimientos de deseo, un comportamiento que cause placer a
uno mismo y a la pareja, y la estimulación de los órganos sexuales primarios,
incluido el coito. Está exenta de sentimientos inapropiados de culpa o de
ansiedad y no es compulsiva. En algunos contextos, se consideran normales el
sexo fuera de una relación que implique compromiso, la masturbación y diversas
formas de estimulación distintas de la de los órganos sexuales primarios.
1.1.1. La psicosexualidad
La sexualidad y
la personalidad total están tan imbricadas entre sí que es prácticamente
imposible hablar de sexualidad como una entidad independiente. Así, el término psicosexual describe el desarrollo y
funcionamiento de la personalidad en tanto y en cuanto la sexualidad afecta a
ambos. Alude más a los sentimientos y las conductas sexuales, y no es sinónimo
de libido en el sentido freudiano
amplio.
La
generalización de Sigmund Freud de que todos los impulsos y actividades
placenteras tienen un origen sexual ha hecho que las personas legas tengan una
visión algo distorsionada de los conceptos y motivaciones sexuales. Por
ejemplo, algunas actividades orales están orientadas a obtener alimentos y
otras, a lograr una gratificación sexual. Ambas buscan el placer y se valen de
los mismos órganos, pero no son necesariamente sexuales, como sostenía Freud.
Calificar de sexuales todas las conductas que buscan placer impide identificar
las motivaciones precisas. Las actividades sexuales pueden servir también para
gratificar necesidades no sexuales, como la dependencia, la agresividad, el
poder y la condición socioeconómica. Si bien los impulsos tanto sexuales como
no sexuales pueden motivar la conducta sexual, el análisis de esa conducta
requiere conocer las motivaciones individuales subyacentes y sus interacciones.
1.1.2. El aprendizaje sexual en la infancia
Antes de que
Freud describiera los efectos de las experiencias infantiles sobre la
personalidad adulta, no se reconocía la universalidad de la actividad sexual ni
el aprendizaje sexual en los niños. La mayoría de las experiencias de
aprendizaje sexual en los niños se producen sin que los padres se percaten,
pero el reconocimiento por parte de ellos del sexo del hijo incide en su
comportamiento. Por ejemplo, tienden a tratar más enérgicamente a los varones y
a acunar a las niñas. Los padres pasan más tiempo con sus bebés varones que con
las niñas, y también, tienden más a reconocer las preocupaciones de sus hijos
adolescentes que a las ansiedades de sus hijas adolescentes. Es más probable
que impongan una disciplina física a los varones que a las niñas. El sexo del
hijo influye sobre la tolerancia de los padres a la agresividad y sobre su
tendencia a reforzar o inhibir una actividad o los intereses intelectuales,
estéticos y deportivos.
Al observar a
los niños, se advierte que el juego genital de los lactantes forma parte del
desarrollo normal. Según Harlow, la interacción de los monos con su madre y con
otros animales pequeños es necesaria para que desarrollen una conducta sexual
adulta efectiva. Esta observación es válida para la socialización normal de los
niños. Durante este periodo crítico del desarrollo, los lactantes son
especialmente susceptibles a ciertos estímulos; más tarde pueden ser inmunes a
ellos. Todavía no se han descrito detalladamente los periodos esenciales del
desarrollo psicosexual. Las etapas del desarrollo psicosexual que postuló Freud
(oral, anal, fálica, de latencia y genital) probablemente proporcionen un marco
de referencia general, pero se han propuesto otras, como veremos
posteriormente.
1.2. LOS FACTORES PSICOSEXUALES
La sexualidad
depende de cuatro factores psicosexuales
interrelacionados: la identidad sexual, la identidad de género, la orientación
sexual y la conducta sexual. Estos factores influyen sobre el crecimiento, el
desarrollo y el funcionamiento de la personalidad. La sexualidad es más que el
mero sexo físico, con coito o sin él, y
menos que el conjunto de comportamientos dirigidos a obtener placer.
1.2.1. La identidad sexual y la identidad de género
La identidad
sexual es el patrón de los rasgos sexuales biológicos de la persona: los
cromosomas, los genitales externos, los genitales internos, la composición
hormonal, las gónadas y los caracteres sexuales secundarios. En el desarrollo
normal, estas características conforman un patrón cohesivo que permite que una
persona no tenga dudas respecto a su sexo. La identidad de género se refiere a
la sensación de una persona de ser varón o mujer.
·
La identidad sexual. Estudios embriológicos
recientes han mostrado que todos los embriones de mamíferos, independientemente
de que genéticamente sean masculinos (genotipo XY) o femeninos (genotipo XX),
desde una perspectiva anatómica, son femeninos durante las primeras fases de la
vida fetal. La diferenciación del varón con respecto a la mujer es consecuencia
de la acción de los andrógenos fetales, que se inicia aproximadamente en la
sexta semana de vida embrionaria y concluye hacia finales del tercer mes.
Estudios recientes han explicado los efectos de las hormonas fetales sobre la
masculinización o la feminización del cerebro. Para lograr la conducta
reproductora y de apareamiento de los animales machos y hembras, se requiere la
estimulación hormonal del cerebro antes del nacimiento. El feto también es
vulnerable a los andrógenos exógenos durante este periodo. Por ejemplo, si una
embarazada recibe andrógenos exógenos suficientes, un feto femenino con ovarios
puede desarrollar genitales externos semejantes a los de un varón.
·
La identidad de género. A los 2 o 3 años casi todos los seres humanos
ya tienen la firme convicción de ser varones o mujeres. Sin embargo, aunque la
masculinidad y la feminidad se desarrollen normalmente, las personas todavía tienen
que adquirir el sentido de su propia masculinidad o feminidad.
Según Robert
Stoller, la identidad de género “denota aspectos psicológicos del
comportamiento relacionados con la masculinidad y la feminidad”. Stoller
considera el género social y el sexo biológico: “La mayoría de las veces ambos
son relativamente congruentes, es decir, los hombres tienden a ser viriles y
las mujeres femeninas”. Sin embargo, el sexo y el género pueden desarrollarse
en sentidos contradictorios o, incluso, opuestos. La identidad de género deriva
de una serie casi infinita de pautas resultantes de experiencias con
familiares, maestros, amigos y compañeros, así como de fenómenos culturales.
Las características físicas determinadas por el sexo biológico de la persona,
como su apariencia física, la forma de su cuerpo y sus dimensiones físicas, se
interrelacionan con un intrincado sistema de estímulos, como las recompensas,
los castigos y los rótulos sexuales que los padres atribuyen, para establecer
la identidad de género.
Por
consiguiente, la identidad de género se forma a partir de las actitudes
parentales y culturales, los genitales externos del lactante y la influencia
genética, fisiológicamente activa alrededor de la sexta semana de vida fetal.
Aunque las influencias familiares, culturales y biológicas pueden dificultar el
establecimiento de un sentido de masculinidad o de feminidad, las personas
suelen desarrollar una identificación relativamente firme con su sexo
biológico, es decir, una identidad de género estable.
El rol de género está relacionado con la
identidad de género y, en parte, deriva de ella. John Money y Anke Ehrhardt
definieron los comportamientos inherentes al rol de género como todo lo que una
persona dice o hace para revelarse en su condición de niño u hombre,
respectivamente. El rol de género no está establecido en el momento del
nacimiento, sino que se va constituyendo gradualmente con las experiencias
vividas, y se pone en vigor a través de un aprendizaje casual y no planificado,
de instrucciones explícitas o de la inculcación y de sumar espontáneamente dos
más dos para obtener cuatro y, a veces, cinco. Esto suele llevar finalmente a
que la identidad de género y el rol de género sean congruentes. El principal
factor para que una persona logre el rol apropiado a su sexo es el aprendizaje,
si bien los atributos biológicos son importantes.
La investigación
de las diferencias en los comportamientos de los niños en función de su sexo
revela más semejanzas psicológicas que diferencias. Sin embargo, después de los
18 meses de vida, las niñas tienen menos tendencia a las “rabietas” que los
varones, mientras que éstos son más agresivos física y verbalmente que las
niñas a partir de los 2 años. Los niños y las niñas despliegan un grado similar
de actividad pero, cuando están en grupos los niños tienden más a experimentar
arranques súbitos de actividad. Algunos investigadores especulan que, si bien
la agresividad es una conducta aprendida, es posible que las hormonas
masculinas hayan sensibilizado las estructuras neurológicas de los varones, y
que éstos, en consecuencia, asimilen este aprendizaje mejor que las niñas.
El rol de género
de una persona puede resultar opuesto a su identidad de género. Así, las
personas pueden identificarse con su propio sexo y, no obstante, adoptar la
indumentaria, los peinados u otras características propias del otro sexo o, a
la inversa, pueden identificarse con el otro sexo y, no obstante, adoptar, por
conveniencia propia, muchos comportamientos de su propio sexo.
1.2.2. La orientación sexual
La orientación
sexual indica el objetivo de los impulsos sexuales de la persona: heterosexual
(hacia el sexo opuesto), homosexual (hacia el mismo sexo) o bisexual (hacia
ambos sexos).
1.2.3. La conducta sexual
La respuesta
sexual es una verdadera experiencia psicofisiológica. Estímulos tanto
psicológicos como físicos desencadenan la excitación; se experimentan altos
niveles de tensión fisiológica y emocional, y el orgasmo normalmente se
acompaña de un apercepción subjetiva de un clímax de reacción física y de
liberación. El desarrollo psicosexual, las actitudes psicológicas frente a la
sexualidad y las actitudes hacia el compañero sexual determinan directamente la
fisiología de la respuesta sexual humana e influyen en ella.
1.3. LA RESPUESTA SEXUAL HUMANA
Los hombres y
las mujeres normales experimentan una serie de respuestas fisiológicas ante la
estimulación sexual. Masters y Jonson, los primeros en describir detalladamente
estas respuestas, observaron que el proceso fisiológico implica niveles
crecientes de congestión vascular y de miotonía (tumescencia) y la posterior
disminución de la actividad vascular y el tono muscular como consecuencia del
orgasmo (detumescencia). El DSM-IV-TR define un ciclo de respuesta de cuatro
fases:
FASE 1: DESEO
La inclusión de
la fase de deseo (o apetito sexual), distinta de cualquier fase caracterizada
exclusivamente sobre bases fisiológicas, refleja la preocupación por las
motivaciones, pulsiones y la personalidad. Esta fase se caracteriza por
fantasías sexuales y por el deseo de emprender la actividad sexual.
FASE 2: EXCITACIÓN
La fase de
excitación, desencadenada por estímulos psicológicos (fantasías o presencia el
objeto de amor), fisiológicos (caricias o besos) o una combinación de ambos,
consiste en una sensación subjetiva de placer. Durante esta fase, la
tumescencia peniana lleva a la erección en los hombres, en tanto que la vagina
de las mujeres se lubrica. Se produce erección en los pezones en ambos sexos,
aunque es más común en las mujeres. El clítoris se vuelve duro y turgente, con
engrosamiento de los labios menores como consecuencia de la congestión venosa.
La excitación inicial puede durar de varios minutos a varias horas. Con la
estimulación continuada, los testículos se elevan y aumentan hasta un 50% su
tamaño. El tercio externo del vestíbulo vaginal muestra una constricción
característica, conocida como plataforma orgásmica. El clítoris se eleva y se
retrae por detrás de la sínfisis púbica, por lo que no es fácil acceder a él.
Sin embargo, la estimulación de esta zona tracciona los labios menores y el
prepucio del clítoris, con un movimiento intraprepucial del cuerpo del
clítoris. Las mamas femeninas aumentan un 25% su tamaño. La congestión
continuada del pene y de la vagina provoca cambios de coloración, especialmente
en los labios menores, que toman un color rojo brillante u oscuro. Se contraen
voluntariamente grupos musculares
grandes, y aumentan la frecuencia cardiaca, la frecuencia respiratoria y la
presión arterial. La excitación intensa dura entre 30 segundos y varios
minutos.
FASE 3: ORGASMO
La fase de
orgasmo corresponde al clímax de placer sexual, con la liberación de tensión
sexual l y una contracción rítmica de los músculos perineales y de los órganos
de la reproducción pelvianos. La sensación subjetiva de eyaculación inminente
desencadena el orgasmo masculino, seguido de la expulsión vigorosa del semen.
El orgasmo masculino se acompaña también de cuatro o cinco espasmos rítmicos de
la próstata, las vesículas seminales, el conducto deferente y la uretra. El
orgasmo femenino se caracteriza por una serie de 3 a 15 contracciones
involuntarias del tercio distal de la vagina y contracciones uterinas intensas
y sostenidas, que avanzan desde el fondo hacia el cuello. Los esfínteres anales
interno y externo masculinos se contraen involuntariamente. Estas y otras
contracciones se producen cada 0’8 segundos durante el orgasmo. Otras
manifestaciones son los movimientos voluntarios e involuntarios de los grupos
musculares grandes, incluidas las muecas faciales y el espasmo carpopedio. La
presión arterial (tanto sistólica como diastólica) aumenta entre 20 y 40 mmHg,
y la frecuencia cardiaca se incrementa hasta 160 latidos por minuto. Los
orgasmos duran entre 3 y 25 segundos y se asocian con una leve obnubilación de
la conciencia.
FASE 4: RESOLUCIÓN
La resolución
consiste en la desaparición de la congestión vascular en los genitales
(detumescencia), con lo cual el organismo vuelve a su estado de reposo. Si ha
sobrevenido el orgasmo, la resolución es rápida y se caracteriza por una
sensación subjetiva de bienestar, relajación general y relajación muscular. Si
no hay orgasmo, la resolución puede tomar de 2 a 6 horas y asociarse con
irritabilidad y malestar. Tras el orgasmo, los hombres tienen un periodo refractario que puede durar de
varios minutos a muchas horas y durante el cual no pueden responder a los
estímulos para llegar a un nuevo orgasmo. En cambio, las mujeres no experimentan ese periodo
refractario y pueden tener varios orgasmos sucesivos.
1.3.1. Las hormonas y el comportamiento sexual
En general, las
sustancias que aumentan las concentraciones de dopamina en el cerebro
incrementan el deseo, mientras que las que aumentan la serotonina lo
disminuyen. La testosterona aumenta la libido tanto en el hombre como en las
mujeres, si bien los estrógenos son un factor clave en la lubricación necesaria
para la excitación femenina, y pueden hacer a la mujer más sensible a la
estimulación. La progesterona disminuye levemente el deseo sexual en ambos
sexos, al igual que los niveles excesivos de prolactina y de cortisol. La
oxitocina interviene en las sensaciones placenteras durante la relación sexual
y, tras el orgasmo, sus niveles son más altos en ambos sexos.
1.3.2. Las
diferencias entre los sexos en el deseo sexual y los estímulos eróticos
Tanto los
hombres como las mujeres experimentan impulsos y deseos sexuales. Sin embargo,
si el deseo se mide por la frecuencia de
los pensamientos sexuales espontáneos, el interés por tener relaciones sexuales
y la atención ante insinuaciones sexuales, los hombres generalmente tienen un
nivel basal más alto de deseo sexual, que puede estar biológicamente
determinado.
Las fantasías
sexuales explícitas son frecuentes en ambos sexos, pero los estímulos externos
que las inducen, a menudo, difieren entre hombres y mujeres. Muchos hombres
responden a los estímulos visuales de mujeres desnudas o semidesnudas, movidas
por la lascivia e interesadas únicamente en el placer físico. En cambio, las
mujeres refieren que responden a historias románticas de un héroe tierno y
demostrativo, cuya pasión por la heroína le impulsa a comprometerse con ella
para toda la vida.
Una complicación
surge cuando la sensación subjetiva de
excitación de la mujer no concuerda con un estado fisiológico de excitación. En
concreto, su sensación de excitación puede reflejar más una disposición para
excitarse que una lubricación fisiológica. A la inversa, puede experimentar los
signos físicos de excitación sin ser consciente de ellos, lo cual rara vez
sucede en los hombres.
1.3.3. La masturbación
La masturbación
es generalmente un precursor normal del comportamiento sexual relacionado con
un objeto. Ninguna otra forma de actividad sexual ha sido analizada con mayor
frecuencia, condenada de manera más rotunda y practicada más universalmente. La
investigación de Kinsey sobre la prevalencia de la masturbación indicó que casi
todos los hombres y tres cuartas partes de las mujeres se masturban en algún
momento de sus vidas.
Estudios longitudinales
del desarrollo muestran que la auto-estimulación sexual es frecuente en
lactantes y niños pequeños. Así como los lactantes aprenden a explorar la
función de sus dedos y sus bocas, aprenden a hacer lo mismo con sus genitales.
Entre los 15 y 19 meses de vida, tanto los varones como las niñas inician la
auto-estimulación genital. Tocarse suavemente la región genital les causa
sensaciones placenteras que, junto con el deseo
habitual de explorar su propio cuerpo, despiertan el interés normal en
esa época por el placer de la masturbación. Los niños también adquieren más
interés por los genitales de otras personas, sus padres u otros niños e,
incluso, los animales. Cuando empiezan a tener compañeros de juegos, la
curiosidad por los genitales propios y de otros origina episodios de
exhibicionismo o de exploración genital. Este tipo de experiencias, a menos que
las inhiba el temor culposo, contribuye a que persista el placer de la
estimulación sexual.
Al acercarse la
pubertad, con el aumento de las hormonas sexuales y la aparición de los
caracteres sexuales secundarios, se intensifican la curiosidad sexual y la
masturbación. Los adolescentes son físicamente capaces del coito y el orgasmo,
pero, normalmente, les inhiben las restricciones sociales. Las presiones a
menudo contradictorias por establecer su identidad sexual y por controlar sus
impulsos sexuales les provocan una fuerte tensión sexual fisiológica que exige
ser liberada, y la masturbación es una vía normal para aliviarla.
En general, los
varones aprenden a masturbarse hasta llegar al orgasmo antes que las mujeres, y
lo hacen más a menudo. Una diferencia emocional importante entre el adolescente
y el niño es que el adolescente tiene fantasías relacionadas con el coito
durante la masturbación. Estas fantasías contribuyen mucho al desarrollo de la
identidad sexual; en la comparativa seguridad de la imaginación, el adolescente
aprende a desempeñar el rol sexual adulto. Esta actividad auto-erótica suele
persistir hasta el inicio de la etapa adulta, cuando normalmente la reemplaza
el coito.
Las parejas que
tienen relaciones sexuales no abandonan por completo la masturbación. Cuando el
coito es insatisfactorio o impracticable por enfermedad o ausencia de la
pareja, la auto-estimulación sirve, a
menudo, para adaptarse a la situación, al combinar el placer sensual y
la liberación de la tensión.
La mayoría de
los hombres se masturban frotando enérgicamente el cuerpo y el glande del pene.
Kinsey comunicó que la mayoría de las mujeres prefieren masturbarse con la
estimulación del clítoris. Según Masters y Jonson, las mujeres prefieren el
cuerpo del clítoris al glande, que es hipersensible a la estimulación intensa.
Los prejuicios
morales en torno a la masturbación han generado mitos, como que ésta provoca enfermedad
mental, o disminuye la potencia sexual, que carecen por completo de respaldo
científica. La masturbación es un síntoma psicopatológico sólo cuando se
convierte en una compulsión que escapa al control de quien la practica.
Entonces pasa a ser un síntoma de alteración emocional, no por ser sexual, sino
por ser compulsiva. La masturbación es probablemente un componente universal e
inevitable del desarrollo psicosexual y, en la mayoría de las ocasiones, sirve
a la adaptación.
1.3.4. La homosexualidad
En 1973, la APA
(Asociación de Psiquiatría Americana) suprimió la homosexualidad como categoría
diagnóstica y, en 1980, la retiró del DSM. La CIE-10 afirma: “La orientación
sexual por sí sola no debe ser considerada un trastorno”. Este cambio refleja un
nuevo modo de entender la homosexualidad, que ahora se reconoce como una
variante de la sexualidad humana (no como un trastorno patológico) que aparece
con cierta regularidad. La presencia de la homosexualidad no parece ser una
cuestión de elección, pero su expresión sí lo es.
El término homosexualidad define con frecuencia el
comportamiento explícito de una persona, su orientación sexual y su sentido de
identidad personal o social. Hawkins sostiene que los términos gay y lesbiana connotan una combinación de identidad auto-percibida e
identidad social, y reflejan el sentimiento de la persona de pertenecer a un
grupo social rotulado de ese modo. La homofobia es la actitud negativa o el
temor frente a la homosexualidad o los homosexuales. El heterosexismo es la
creencia de que una relación heterosexual es preferible a todas las otras, e
implica discriminar a todos los que practican otras formas de sexualidad.
Estudios
recientes indican que factores genéticos y biológicos pueden contribuir a la
orientación sexual. Se ha comunicado que los hombres gay tienen concentraciones
más bajas de andrógenos circulantes que los heterosexuales. Las hormonas en el
periodo prenatal parecen estar involucradas en la organización del sistema
nervioso central: se ha sugerido que la presencia de andrógenos durante la vida
prenatal contribuye a la orientación sexual hacia los femenino, mientras que su
deficiencia prenatal (o la insensibilidad tisular a los andrógenos) puede
favorecer una orientación sexual hacia lo masculino.
Los
comportamientos sexuales de los hombres gay y de las mujeres lesbianas son tan
diversos como los de la población heterosexual. Realizan las mismas prácticas
sexuales que los heterosexuales con las diferencias obvias que impone la
anatomía.
Existen múltiples
patrones de relación continuada entre los hombres gay y las mujeres lesbianas.
Algunas parejas homosexuales conviven durante décadas, en una relación monógama
o primaria. En cambio, otros homosexuales y lesbianas tienen solo contactos
sexuales fugaces. Si bien muchos hombres gay forman relaciones estables, las
relaciones homosexuales masculinas parecen menos estables, y las parejas de
lesbianas parecen sufrir menos estigmatización social y perdurar más como
relaciones monógamas o primarias.
Las mujeres
lesbianas y los hombres gay pueden sufrir el mismo espectro psicopatológico que
la población heterosexual. Sin embargo, algunos estudios han comunicado una
alta tasa de suicidio. El sufrimiento que se origina únicamente en el conflicto
entre los sistemas de valores de la población homosexual y de la sociedad, en
general, no es clasificable como trastorno.
1.3.5. Mitos sobre la sexualidad
·
Mitos y falacias sobre la sexualidad femenina
A continuación enumeramos algunos de
ellos (no olvidemos de que se trata de falsas creencias):
- Existen dos tipos de orgasmos diferentes en la
mujer, uno vaginal y otro clitoridial.
- La vida sexual de la mujer termina con la
menopausia.
- La satisfacción sexual de la mujer depende del
tamaño del pene.
- No está bien visto que la mujer tome la iniciativa
en la relación sexual.
- Cualquier mujer que lleve la iniciativa en las
relaciones sexuales es una inmoral.
- La ausencia del himen prueba que una mujer no es
virgen.
- La mujer llega al orgasmo al sentir la penetración
del pene.
- La extirpación del útero y los ovarios hace que la
mujer pierda la apetencia y deja de sentir o gozar sexualmente.
- Toda mujer llega al orgasmo, pero algunas no lo
sienten.
- Un pene pequeño no puede proporcionar placer a la
mujer.
- La mujer que lleva preservativos en el bolso es una
buscona.
- La mujer debe esperar a que el hombre le
proporcione el orgasmo.
- Hay vaginas demasiado anchas para algunos penes.
- La primera vez que se realiza coito se siente dolor
y se sangra.
- Por naturaleza las mujeres tienen menos deseo que
los hombres.
- "Soy frígida porque no siento nada".
- "No hay mujer frígida sino hombre
inexperto".
- Una mujer adulta y madura debe tener siempre un
orgasmo durante la penetración.
- La mujer tarda más en alcanzar el orgasmo que el
hombre.
- Para que la mujer quede embarazada es necesario que
hombre y mujer alcancen el orgasmo a la vez.
·
Mitos en torno a la sexualidad del hombre
- El hombre siempre está dispuesto y debe llevar la
iniciativa en las relaciones sexuales.
- Cuanto mayor sea el tamaño del pene mayor placer se
obtiene y mayor placer se proporciona a los demás.
- Cuando un hombre pierde su erección es que no
encuentra a su pareja sexualmente atractiva/o.
- El hombre siempre sabe sobre sexualidad y sobre
como llevar las relaciones sexuales.
- Un verdadero hombre no llora ni expresa sus
sentimientos.
- Las bebidas alcohólicas son un potenciador de la
erección y del deseo sexual.
- Un hombre siempre se excita cuando se encuentra en
una situación sexual.
1.4. Trastornos sexuales y Parafilias
En el DSM-IV-TR,
la disfunción sexual se define como una alteración del ciclo de respuesta
sexual o como dolor durante el coito. Los síndromes enunciados se correlacionan
con cada una de las cuatro fases de la respuesta fisiológica sexual. Se
caracterizan, en esencia, por la inhibición de una o más de estas fases, como
trastornos en la sensación subjetiva de placer o de deseo, o en el desempeño
sexual objetivo.
Los trastornos sexuales pueden provocar
problemas de relación o ser provocados por ellos e, invariablemente, las
personas que los sufren sienten cada vez más miedo al fracaso y preocupación
por su desempeño sexual. Las disfunciones sexuales pueden ser síntomas de
problemas biológicos (biógenos), de conflictos intrapsíquicos o interpersonales
(psicógenos), o de una combinación de ambos. Las tensiones de cualquier tipo,
los trastornos emocionales y la ignorancia respecto al funcionamiento sexual y
a su fisiología pueden afectarlo desfavorablemente.
La disfunción puede haber existido de por vida
o ser adquirida, es decir, puede aparecer tras un periodo de funcionamiento
normal. Puede ser generalizada o limitarse a una persona o una situación
determinada. Al considerara cada trastorno, es importante descartar una
enfermedad médica adquirida o el consumo de alguna sustancia que pueda causar
el trastorno o contribuir a él. Cualquiera de estas alteraciones puede aparecer
aislada o en combinación de otras.
1.4.1. Trastornos del deseo sexual
Hay dos clases
de trastornos del deseo sexual: el deseo sexual hipoactivo, que se caracteriza
por deficiencia o ausencia de fantasías sexuales y de deseos de actividad
sexual, y el trastorno por aversión sexual, que se caracteriza por aversión a
todo contacto sexual genital con una pareja sexual o por masturbación, o
evitación de este tipo de experiencias. El primero es más común, con una
prevalencia de aproximadamente el 20%, y es más frecuente en las mujeres.
La presencia del
deseo depende de varios factores: la pulsión biológica, una autoestima
adecuada, la capacidad de aceptarse como ser sexual, buenas experiencias
sexuales previas, una pareja adecuada y una buena relación con esa pareja en
terrenos no sexuales. El deterioro o la ausencia de cualquiera de estos
factores pueden llevar a un menor deseo sexual.
La abstinencia
sexual prolongada, a veces, puede llevar a la inhibición de los impulsos
sexuales. La pérdida del deseo puede ser, asimismo, una expresión de hostilidad
hacia la pareja o un signo de deterioro de la relación. En un estudio sobre
matrimonios jóvenes que habían dejado de tener relaciones sexuales durante 2
meses, las desavenencias conyugales fue el motivo aducido con mayor frecuencia
para interrumpir o inhibir la actividad sexual.
Para establecer
un diagnóstico hay que tener en cuenta la edad de la persona, su estado general
de salud y las tensiones a las que la persona está sujeta, y se debe tratar de
precisar qué grado de interés sexual tenía antes de comenzar el trastorno. La
necesidad de contacto sexual y la satisfacción sexual varían de una persona a
otra y, también a lo largo del tiempo en una misma persona.
1.4.2. Trastornos de la excitación sexual
El DSM-IV-TR
divide a los trastornos de la excitación sexual en el trastorno de la
excitación de la mujer, que se
caracteriza por la incapacidad parcial o total, persistente o recurrente, de
lograr o mantener la respuesta de lubricación vaginal-tumefacción de los
genitales externos, propia de la fase de excitación hasta la terminación del
acto sexual, y el trastorno de la erección en el varón, que se caracteriza por
una incapacidad parcial o total, persistente o recurrente, de lograr o mantener
la erección para realizar el acto sexual. No se debe formular este diagnóstico
si la estimulación sexual no es la apropiada en foco, intensidad o duración.
·
Trastorno de la excitación
sexual en la mujer
Generalmente se
subestima la prevalencia del trastorno de la excitación sexual femenina. Las
mujeres con un trastorno de la fase de excitación suelen tener también
problemas con el orgasmo. En un estudio sobre parejas con un matrimonio
relativamente feliz, el 33% de las mujeres refirió dificultades parea mantener
la excitación sexual. Muchos factores psicológicos (por ejemplo, ansiedad,
culpa o temor) se asocian con el trastorno de la excitación sexual de la mujer
que, en muchos casos, se acompaña de dispareunia y falta de deseo.
Estudios
fisiológicos de los trastornos sexuales indican que el patrón hormonal puede
contribuir a la capacidad de respuesta de las mujeres que sufren un trastorno
de la excitación. Según Masters y Johnson, algunas mujeres anhelan
especialmente tener sexo antes del inicio de la menstruación. Otras
experimentan la máxima excitación sexual inmediatamente después de la
menstruación o en el momento de la ovulación. Se ha afirmado que las alteraciones
en las concentraciones de testosterona, estrógenos, prolactina y tiroxina
influyen en los trastornos de la excitación sexual. Los fármacos con
propiedades antihistamínicas o anticolinérgicas disminuyen la lubricación
vaginal.
·
Trastorno de la erección
El trastorno de
la erección se denomina también disfunción eréctil o impotencia. Un hombre con
disfunción eréctil de por vida nunca ha logrado una erección suficiente para la
penetración vaginal. Si la disfunción es adquirida, el hombre ha logrado la
penetración vaginal en algún momento de su vida sexual, pero, posteriormente,
ha perdido esa capacidad. En la disfunción eréctil asociada con una situación,
el hombre es capaz de tener un coito en determinadas circunstancias, pero no en
otras.
La disfunción
eréctil adquirida tiene una prevalencia del 10-20%. Es el motivo de consulta de
más del 50% de todos los hombres tratados por trastornos sexuales. La
disfunción eréctil de por vida es infrecuente, con una incidencia de alrededor
del 1% en los varones menores de 35 años, pero aumenta con la edad. Kinsey
comunicó que, al llegar a los 80 años, el 75% de todos los hombres eran
impotentes.
Según Masters y
Johnson, todos los hombres de más de 40 años tienen miedo de la impotencia, lo
cual refleja, en opinión de los investigadores, el temor masculino a la pérdida
de la virilidad con el paso del tiempo. Sin embargo, la impotencia no es un
fenómeno universal en los hombres mayores. Tener una pareja sexual favorece la
continuidad de la virilidad, al igual que el antecedente de una actividad
sexual constante y la ausencia de enfermedad vascular.
La disfunción
eréctil puede tener causas orgánicas o psicológicas, o puede ser una
combinación de ambas. No obstante, en hombres jóvenes y de mediana edad, el
origen suele ser psicológico. Si el hombre refiere que tiene erecciones
espontáneas en momentos en los que no prevé tener un coito, por la mañana,
cuando se masturba o con otra pareja
sexual distinta de la habitual, es muy improbable que la impotencia tenga
causas orgánicas. El trastorno de la erección puede deberse a enfermedad médica
o al uso de sustancias farmacológicas.
1.4.3. Trastornos orgásmicos
·
Trastorno orgásmico femenino
El trastorno
orgásmico femenino, al que a veces también se llama orgasmo femenino inhibido o
anorgasmia, se define como inhibición persistente o recurrente del orgasmo
femenino, que se manifiesta por el retraso recurrente o la ausencia de orgasmo
después de una fase de excitación normal, adecuada en foco, intensidad y
duración; en síntesis, la incapacidad de una mujer de llegar al orgasmo por
masturbación o coito.
La investigación
sobre la fisiología de la respuesta sexual femenina a mostrado que los orgasmos
provocados por estimulación del clítoris y por estimulación vaginal son
fisiológicamente idénticos. En la actualidad, se considera que la teoría de
Freud de que las mujeres deben pasar de la sensibilidad del clítoris a la
vaginal para alcanzar la madurez sexual es engañosa, pero algunas mujeres
informan que obtienen una sensación especial de satisfacción con el orgasmo por
el coito. Algunos investigadores atribuyen esta satisfacción al sentimiento
psicológico de proximidad que genera el acto sexual. Muchas mujeres tienen
orgasmos durante el coito por una combinación de estimulación manual del
clítoris y estimulación vaginal por el pene.
La mujer con
trastorno orgásmico primario nunca ha
tenido un orgasmo con ninguna clase de estimulación. En el trastorno orgásmico
adquirido o secundario, la mujer ha experimentado como mínimo un orgasmo, independientemente
de las circunstancias o del método de estimulación, por masturbación o por un
sueño. El trastorno del orgasmo primario es más frecuente entre las mujeres
solteras que entre las casadas. La mayor
capacidad orgásmica de las mujeres de más de 35 años se ha explicado por menos
inhibición psicológica, más experiencia sexual o ambas.
El trastorno
orgásmico femenino es un síntoma común. Se estima que la prevalencia global del
trastorno del orgasmo femenino es del 30%. Muchos factores psicológicos pueden
intervenir en el trastorno, por ejemplo, temor al embarazo, rechazo de una
pareja sexual, lesiones en la vagina, hostilidad hacia los hombres y culpa por
los impulsos sexuales. Algunas mujeres asocian el orgasmo con pérdida de
control o con impulsos agresivos, destructivos o violentos; el temor a estos
impulsos se puede expresar a través de la inhibición de la excitación o del
orgasmo.
También ocupan un lugar relevante las
expectativas culturales y las restricciones sociales. A muchas mujeres se las
ha educado para que crean que el placer sexual no es un derecho natural de las
mujeres “decentes”. Las mujeres anorgásmicas, a veces, no tienen otros
síntomas, y otras pueden experimentar frustración de distintas maneras; pueden
tener síntomas pelvianos, como dolor, prurito y secreción vaginal, o aumento de
la tensión, irritabilidad y fatiga.
·
Trastorno orgásmico masculino
En el trastorno
del orgasmo masculino, al que en ocasiones se llama orgasmo masculino inhibido
o eyaculación retardada, el hombre tiene grandes dificultades para eyacular
durante el coito o no eyacula. El trastorno se considera adquirido si aparece
después de un funcionamiento normal. Algunos autores creen que se debería
distinguir entre orgasmo y eyaculación, especialmente en el caso de los hombres
que eyaculan, pero refiere una sensación subjetiva de menor placer o de placer
nulo durante la experiencia (anhedonia orgásmica).
La incidencia de
trastorno orgásmico masculino es mucho menor que la de eyaculación precoz o
impotencia. Masters y Johnson comunicaron una incidencia de trastorno orgásmico
masculino de sólo un 3’8%. Se ha informado de una prevalencia general del 5%.
El trastorno
orgásmico masculino primario indica psicopatología grave. El hombre puede haber
tenido una educación muy estricta y puritana, percibir el sexo como pecaminoso
y los genitales como algo sucio. Normalmente tiene dificultades con la
proximidad en terrenos que no son el de las relaciones sexuales. En algunos
casos la patología se agrava por un trastorno por déficit de atención. La
facilidad para distraerse impide al individuo excitarse lo suficiente para
alcanzar el clímax.
En el marco de
una relación, el trastorno orgásmico masculino adquirido es, con frecuencia, un
reflejo de dificultades interpersonales. A veces, es un modo de afrontar
cambios reales o imaginarios en la relación, como la planificación de un
embarazo por el que se tienen sentimientos ambivalentes, la pérdida de interés
sexual por la pareja o las exigencias de la pareja de mayor compromiso, que se
expresan en el funcionamiento sexual. En algunos hombres, la imposibilidad de
eyacular proviene de una hostilidad no expresada hacia una mujer. El problema
es más frecuente entre los hombres con trastorno obsesivo-compulsivo que en la
población general.
·
Eyaculación precoz
Un hombre con
eyaculación precoz llega persistentemente o recurrentemente al orgasmo antes de
lo que desea. No hay un marco temporal concreto para definir esta disfunción;
el diagnostico se establece cuando el hombre eyacula regularmente antes o
inmediatamente después de la penetración. Se deben considerar factores que
influyen en la duración de la fase de excitación, como la edad, las parejas
nuevas y la frecuencia y duración del coito.
Masters y Jonson
conceptualizaron el trastorno en términos de pareja y consideraron que un
hombre tenía eyaculación precoz cuando no podía controlarla en la relación
sexual el tiempo suficiente para satisfacer a su pareja, como mínimo en la
mitad de los coitos. Esta definición supone que la compañera sexual es capaz de
tener orgasmos.
La eyaculación
precoz es el principal síntoma de aproximadamente el 35-40% de los hombres que
reciben tratamiento por un trastorno sexual. La dificultad para controlar la
eyaculación puede asociarse con ansiedad por el acto sexual o condicionamiento
cultural negativo. Los hombres jóvenes e inexpertos, en quienes la eyaculación
precoz es más probable, pueden mejorar con el tiempo.
1.4.4. Trastornos por dolor durante el coito
·
Dispareunia
La dispareunia
es el dolor genital persistente o recurrente, antes o después del coito, o
durante él, en varones y mujeres. Es mucho más frecuente en las mujeres, y a
menudo, se relaciona con vaginismo o coincide con él. Episodios repetidos de
vaginismo pueden producir dispareunia y viceversa. La dispareunia no se debe
diagnosticar cuando existe una base orgánica para el dolor o cuando, en una
mujer, es causado exclusivamente por vaginismo o falta de lubricación. Se
desconoce la incidencia de este trastorno.
El coito
doloroso puede ser consecuencia de la tensión y la ansiedad en torno al acto
sexual, que hacen que la mujer contraiga los músculos vaginales
involuntariamente. El dolor es real y el coito resulta desagradable o
insoportable. Una mujer que prevé que sentirá más dolor puede directamente
evitar el coito. Si el compañero sexual avanza sin tomar en cuenta el estado de
preparación de la mujer, el trastorno se agrava.
Los varones también pueden tener dispareunia,
aunque es raro y, por lo general, se asocia con enfermedad orgánica, como
herpes, prostatitis o enfermedad de Peyronie, que consiste en placas
escleróticas que provocan la curvatura del pene.
·
Vaginismo
El vaginismo es
la contracción muscular involuntaria del tercio externo de la vagina que impide
la penetración del pene y el coito. También puede ocurrir durante una
exploración ginecológica, cuando la contracción vaginal involuntaria impide
introducir un espéculo en la vagina. La prevalencia del vaginismo es menor que
la de trastorno orgásmico femenino. Un trauma sexual, como una violación puede
provocar vaginismo. En algunos casos, puede estar causado por el dolor en la
primera relación sexual.
1.4.5. Sustancias que pueden causar disfunción sexual
·
Psicofármacos
Casi todos los
psicofármacos han sido asociados con efectos sobre la sexualidad. En los
varones, estos efectos pueden ser un menor impulso sexual, disfunción eréctil
(impotencia), menor volumen de la eyaculación y eyaculación retardada o
retrógrada. En las mujeres, pueden producir menor impulso sexual, menor
lubricación vaginal, orgasmo inhibido o retardado y disminución o ausencia de
las contracciones vaginales.
Los fármacos también pueden potenciarlas
respuestas sexuales y aumentar el impulso sexual, pero estos efectos son menos
frecuentes que los adversos. Por ejemplo en la depresión, como habitualmente la
enfermedad se asocia con una disminución
de la libido, algunos pacientes refieren mejoría del funcionamiento sexual a
medida que los antidepresivos hacen su efecto; o los ansiolíticos, que reducen la ansiedad y
mejoran el funcionamiento sexual de los individuos que se inhiben por ansiedad.
·
Alcohol
El alcohol
inhibe la actividad del SNC (Sistema Nervioso Central) en general y, por lo
tanto, puede provocar disfunción eréctil. Puede favorecer el inicio de la
actividad sexual al eliminar la inhibición y provocar euforia transitoria, pero
su consumo prolongado produce un deterioro del funcionamiento sexual.
·
Cocaína
La cocaína y las
anfetaminas tienen efectos similares. A pesar de que no existen datos directos
que indiquen que potencian el impulso sexual, los consumidores al principio
tiene la sensación de que su energía aumenta y pueden mejorar su actividad
sexual. Pero, con el consumo prolongado, la disfunción eréctil aparece, y los
hombres suelen pasar por dos etapas: una experiencia de erección prolongada sin
eyaculación y, posteriormente, la pérdida gradual de la función eréctil.
·
Opiáceos
Los opiáceos,
como la heroína, afectan adversamente la sexualidad y producen disfunción
eréctil y disminución del deseo., aunque la alteración del estado de conciencia
puede promover la actividad sexual en los consumidores ocasionales.
·
Alucinógenos
Los alucinógenos
como el LSD causan pérdida de contacto
con la realidad y expansión o potenciación de la conciencia. Algunos
consumidores refieren que se intensifica la experiencia sexual, mientras que
otros experimentan ansiedad, delirio o psicosis, lo que claramente afecta al
funcionamiento sexual.
·
Cannabis
La alteración de
la conciencia causada por el cannabis puede aumentar el placer sexual en
algunas personas, El consumo prolongado disminuye las concentraciones de
testosterona, con lo que disminuye el deseo sexual.
1.4.6. Las parafilias
Las parafilias
son expresiones anormales de la sexualidad. Estas expresiones varían desde el
comportamiento casi normal hasta el comportamiento destructivo o dañino sólo
para la persona o para la persona y su pareja, y el comportamiento considerado
destructivo o amenazador para la comunidad en general. Las pulsiones de tipo
parafílico pueden ser raras, intermitentes o compulsivas. Pueden ser casuales o
el único modo en que se expresa la sexualidad.
Las principales
funciones del comportamiento sexual humano son contribuir al vínculo entre los
miembros de la pareja, generar placer mutuo al cooperar con la pareja, expresar
y resaltar el amor entre dos personas y procrear. Las parafilias son
comportamientos desviados, en tanto implican agresividad, abuso y egocentrismo
extremo. Estos comportamientos excluyen o dañan a otros y afectan a la
capacidad de establecer vínculos.
Las parafilias
son comportamientos de un porcentaje reducido en la población, aunque la
naturaleza persistente y repetitiva de estos trastornos hace que la frecuencia
sea alta. Así pues, un porcentaje elevado de la población ha sido víctima de
personas con parafilias.
Las parafilias
son mayoritariamente patologías masculinas. Más del 50% de las parafilias se
inician antes de los 18 años. Los afectados, a menudo, tienen entre tres y
cinco parafilias, concomitantes o en distintos momentos de la vida.
En el DSM-IV-TR
los criterios diagnósticos de las parafilias incluyen la presencia de una
fantasía patognomónica y un profundo deseo de actuar esa fantasía o su
elaboración conductual. La fantasía, que puede perturbar al paciente, contiene
material sexual atípico relativamente constante, con sólo pequeñas variaciones.
La excitación y el orgasmo dependen de la elaboración mental o de la
representación de la fantasía. La actividad sexual se vuelve ritual y estereotipada,
y se vale de objetos degradados, disminuidos o deshumanizados.
Parafilias más
frecuentes
·
Exhibicionismo. Es la pulsión recurrente de
exponer los genitales ante personas extrañas y desprevenidas. El mecanismo de
los exhibicionistas es reafirmar su masculinidad mostrando los genitales y
observando la reacción de la víctima.
·
Fetichismo. En el fetichismo, el fin
sexual es un objeto inanimado (por ejemplo, zapatos, guantes, ropa interior
femenina y medias) íntimamente relacionado con el cuerpo humano. Por lo
general, el trastorno empieza en la adolescencia, aunque el fetiche se puede
haber fijado en la infancia.
·
Frotteurismo. Es el hábito de rozar con el
pene las nalgas u otras partes del cuerpo de una mujer completamente vestida
para lograr un orgasmo. Esto ocurre normalmente en lugares atestados (metro,
autobuses, etc.)
·
Pedofilia. La pedofilia involucra
pulsiones sexuales intensas y recurrentes hacia niños. Los pedófilos tienen,
por lo menos 16 años y 5 más que sus victimas.
·
Masoquismo: Los masoquistas tienen
pulsiones y fantasías sexuales recurrentes ligadas al acto de ser humillados,
golpeados, atados o a otra forma de sufrimiento.
·
Sadismo: Las personas sádicas tienen
impulsos fantasías o comportamientos
sexuales en los que el sufrimiento psicológico o físico (incluida la
humillación) de la víctima es sexualmente excitante para ellas.
Voyeurismo: El voyeurismo, también conocido como escopofilia, es un
trastorno por el que la persona tiene fantasías o realiza actos de observar a
personas desnudas, que se están desnudando o en plena actividad sexual.
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